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Sobre el zen, el budismo y el zazen


Charla impartida en el Zazenkai de 20 de octubre de 2019 en Getafe. Sanga Zen del Corazón

Puede ser que tengamos alguna idea de lo que es “zen” porque esta palabra se ha difundido y usado bastante últimamente. Se habla de “decoración zen”, “muebles zen” o de que una persona “es muy zen”. También se le ha puesto el nombre de “zen” a muchos negocios y productos… ¡suena bien!

Pues bien, el zen es algo que va más allá de palabras y definiciones, es algo que no se puede explicar sino que es necesario vivirlo

Bodhidharma -el primer patriarca del zen- dijo acerca del zen:

“Una transmisión especial fuera de las escrituras

con ninguna dependencia de las palabras o de las letras.

dirigiéndose directamente hacia el alma del hombre

contemplar su propia naturaleza y realizar el estado de Buda”

Es por eso que el zen, cuando te acercas al principio, puede parecer muy “seco”: sin apenas explicaciones, tan sólo con unas instrucciones muy escuetas y… practicar, practicar y practicar. Porque no tiene nada que ver con el intelecto sino con “experimentar”.

Aunque dar explicaciones no forma parte de la tradición zen ¡vienen bien para poder acercarse!

El zen es una forma del budismo mahayana cuya finalidad es alcanzar el “despertar” (también llamado estado de auto-realización). Para el budismo, Buda fue el primer ser auto-realizado de la historia. Se dice que alcanzó la iluminación a los 35 años y de ahí hasta los 80 años con los que murió estuvo transmitiendo oralmente sus enseñanzas y tuvo muchos discípulos y seguidores que también alcanzaron el “despertar”.

¿Qué es el “despertar”? La historia dice que al poco tiempo de iluminarse Buda decidió que eso que había descubierto había que transmitirlo para ayudar a la humanidad a liberarse del sufrimiento y la ignorancia.

Fue entonces cuando enunció las conocidas como “Cuatro nobles verdades” en un discurso al que se ha llamado “Primer sermón de Benarés”. Las Cuatro Nobles Verdades son:

  1. La verdad del sufrimiento. “El nacimiento es sufrimiento, la vejez es sufrimiento, la enfermedad es sufrimiento, la muerte es sufrimiento, asociarse con lo indeseable es sufrimiento, separarse de lo deseable es sufrimiento, no obtener lo deseado es sufrimiento. En breve, los cinco agregados de la adherencia son sufrimiento”

  2. La verdad del origen del sufrimiento. “Es este deseo que genera nueva existencia, que asociado con placer y pasión se deleita aquí y allí”. Es decir, todas las formas de deseo “físico” (sexual, material, económico, sensorial -vista, oído, tacto, gusto, olfato- etc.); el deseo “mental de conseguir” (querer ser esto o aquello, querer tener unas determinadas cualidades, etc.); y el “deseo mental de destruir” (que algo o alguien deje de existir, tanto en mi interior como en el exterior)

  3. La verdad del fin del sufrimiento. “Es la total extinción y cesación de ese mismo deseo, su abandono, su descarte, liberación, no dependencia”. El “Nirvana” (estado supremo de liberación del sufrimiento y de gran dicha, donde se han extinguido los 3 venenos: avaricia, odio e ignorancia) es justo el estado que se logra cuando el deseo se ha extinguido completamente. La extinción del deseo viene con un largo y delicado proceso de estudio, contemplación, evaluación de la realidad, reflexión y meditación. Para esto el Buda enseñó una gran cantidad de prácticas.

  4. La verdad del sendero. “El Sendero que conduce a la Cesación del Sufrimiento. Simplemente este Óctuple Noble Sendero; es decir, Recto Entendimiento, Recto Pensamiento, Recto Lenguaje, Recta Acción, Recta Vida, Recto Esfuerzo, Recta Atención y Recta Concentración”

Así pues “despertar” es la liberación de todo sufrimiento habiendo llegado a una experimentación de la verdadera naturaleza de la mente.

Para el budismo todos sin excepción tenemos la misma naturaleza de Buda, es decir tenemos la capacidad de poder “despertar”. El problema es que no nos damos cuenta de ello. Es como si viviéramos “dormidos” a la realidad fundamental.

El zen es un camino hacia ese “despertar”. Y sigue el óctuple noble sendero.

Una buena referencia para introducirse en el zen es el libro “Los tres pilares del zen” de Roshi Philip Kapleau. A continuación voy a comentar algunas de las ideas-clave extraídas de dicho libro.

El corazón del zen es el zazen. Hay un zazen sentado y un zazen en movimiento. Se le llama “meditar” pero esto hay que explicarlo bien.

El zazen sentado es el acto de sentarse y permanecer sentado. Aparentemente es muy simple pero… pero no es un sentarse “ordinario”.

La espalda tiene que estar recta, la respiración regulada apropiadamente y la mente concentrada más allá del pensamiento. Esta es una forma de sentarse -como decía el maestro Dogen- “con la dignidad y grandeza de una montaña”. Y al mismo tiempo con un sentimiento de gratitud hacia nuestro cuerpo y hacia Buda y los patriarcas que nos precedieron y mostraron el camino para alcanzar la iluminación. Tampoco es un sentarse ordinario porque es un “involucrarse totalmente, y con atención plena, en el acto de estar sentado”.

También hay un zazen en movimiento. Se denomina kinhin y es un andar plenamente conscientes del acto de andar.

Se puede realizar zazen al hacer las tareas diarias. Se trata de estar en absoluta concentración con cada acción que realizamos: si lavamos los platos estamos plenamente conscientes del acto de lavar los platos; si comemos estamos plenamente conscientes del acto de comer, etc. Dejando a un lado los pensamientos y distracciones.

Dice Roshi Philip Kapleau: “Para el estudiante, la práctica del zazen comienza por contar sus inhalaciones y exhalaciones mientras se encuentra en la postura inmóvil del zazen. De modo que es el primer paso en el proceso de inmovilizar las funciones del cuerpo, acallar el pensamiento discursivo y fortalecer la concentración. Se asigna como el primer paso debido a que al contar las respiraciones, inhalando y exhalando, en su ritmo natural y sin forzarse, la mente tiene un andamio que la sostiene”.

Y continúa: “Cuando la concentración en la respiración se transforma de modo que la atención en la cuenta se vuelve clara y no se pierde, el siguiente paso es ligeramente más difícil. Entonces hay que seguir las inhalaciones y las exhalaciones con el ojo de la mente, de nuevo, dentro de un ritmo natural”.

Dice al respecto Lama Govinda (lama budista y escritor de origen alemán): “A partir de este estado de perfecto equilibrio mental y físico y de armonía interna resultante, surge la serenidad y felicidad que inunda el cuerpo por completo con un sentimiento de suprema felicidad, como la frescura de un manantial que penetra el lago de una montaña…”

El novicio en el Zen recibe instrucciones de enfocar su mente constantemente en lo profundo de su hara (específicamente entre el ombligo y la pelvis) y radiar todas las actividades mentales y corporales desde esa región. Con el equilibrio del cuerpo-mente centrado en el hara, gradualmente se establece ahí un foco de conciencia, un centro de energía vital que influye sobre todo el organismo.

Sobre la importancia del hara, nos dice Lama Govinda: “Mientras que, según la concepción occidental, el cerebro es el asiento exclusivo de la conciencia, la experiencia yogi muestra que nuestra conciencia cerebral es una entre muchas posibles formas de conciencia y que éstas, de acuerdo a su función y naturaleza, pueden localizarse o centrarse en órganos diversos del cuerpo. Estos órganos que recogen, transforman y distribuyen las fuerzas que fluyen por ellos, se llaman chakras o centros de energía”.

Asentar el centro de gravedad del cuerpo abajo del ombligo, es decir, establecer un centro de conciencia en el hara, automáticamente relaja las tensiones que surgen del hábito de levantar los hombros, tensar el cuello y apretar el estómago. El novicio en el Zen recibe instrucciones de enfocar su mente constantemente en lo profundo de su hara (específicamente entre el ombligo y la pelvis) y radiar todas las actividades mentales y corporales desde esa región.

Roshi Philip Kapleau comenta: “El zazen ha demostrado con claridad que con el ojo de la mente concentrado en el hara, la proliferación de pensamientos disminuye y que se acelera el proceso de concentración de la mente en un punto único, debido a que tiene lugar un riego de sangre de la cabeza al abdomen que refresca el cerebro y calma el sistema nervioso autónomo. Esto a su vez, conduce a un mayor grado de estabilidad mental y emocional. Por lo tanto, la persona que funciona desde el hara no es afectada fácilmente por las circunstancias. Es además, más

capaz de actuar con mayor rapidez y decisión en cualquier emergencia, debido al hecho de que su mente, anclada en el hara, no vacila”.

¡Que vuestra práctica sea provechosa!

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Casi es un milagro que haya escrito algún artículo aquí y... ¡no sé cuanto durará eso! Si alguien lo lee y quiere compartir sus impresiones lo agradeceré mucho. Y ojalá dentro de poco haya más personas que escriban en este blog. 

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