top of page

Miedo y coronavirus (4). Cuando noto que alguien cercano tiene miedo

Es muy probable que puedas notar que alguien con quien convives tiene miedo.

¿Qué puedo hacer en ese caso?

Voy a dar una serie de orientaciones sobre lo que puedes hacer para tratar con adultos que pueden tener miedo. Pero antes me gustaría matizar esto de las “orientaciones”.

Quiero decirte que lo que te voy a contar no son “leyes universales” ni mucho menos. La cantidad de personas y de circunstancias distintas puede ser tan grande que estas recomendaciones puede que funcionen, puede que no. ¡A veces incluso funciona lo contrario! Es muy posible que el término medio sea también la opción más apropiada...

Sin embargo puede ayudar como primera forma de afrontar una situación.


Lo mejor es que pruebes y confíes también en tu intuición. Y sobre todo, lo más importante es que tu intención con la persona que tiene miedo es que pueda estar bien, más allá de que lo que haga influenciado por tí o no.


Lo primero: mirarme al espejo


Resulta mucho más fácil ver el miedo en otro que verlo en tí. ¡Mucho más! Sobre todo cuando has leído sobre ello y puedes reconocer los síntomas.

¡Ten cuidado! Tu miedo es muy “ladino” y una de las formas que tiene de que no te fijes en él es justamente esa: viéndolo en otros. Tu atención se fija en esa persona y sacas una conclusión clarísima: “tiene miedo”. Así evitas mirarlo en tí.


Si tuvieras el virus ¿te acercarías a otras personas sin ninguna protección? Pues con el miedo pasa lo mismo: es contagioso y lo primero es tratar el nuestro propio.

Para tratarlo puedes leer la entrega anterior, la tienes aquí.


Deja que exprese cómo se siente y escúchale


Bien sea porque la persona está con la emoción del enfado y tiene rabia, indignación o frustración hacia alguien o algo (los políticos, los vecinos, los aprovechados que salen a la calle, etc.) o porque tiene pensamientos recurrentes propios del miedo (“creo que tengo los sintomas”; “mi hija ha estado expuesta”; “qué será de mi trabajo”, etc.) necesita poder expresarse y que alguien le escuche. Al escucharle, tanto si muestra enfado como miedo, date cuenta que lo está pasando mal.


No te limites a hacer una escucha pasiva, dejando que te cuente lo que sea: dirige tú la conversación con preguntas (escucha activa). En ese estado es habitual que cualquiera repita muchas veces lo mismo y se haga muy pesado escucharle sin más. Así es que si ves que entra en un bucle repetitivo pregunta por otra cosa o lleva la conversación a otro lado.


Ten cuidado con que la persona te “apabulle”: lo que dice y como lo dice puede empezar a ponerte de los nervios a tí también. En ese caso no tengas problema en decir “bueno, ya está”. Es importante que el que escucha se cuide también.


Algunas otras personas, por el contrario, se encierran en sí mismas y les cuesta mucho hablar del tema. Si notamos esto podemos acercarnos y preguntarle si quiere hablar, si hay algo que le preocupe. Es posible que tengas que insistir para que hable. Si aún así no quiere hacerlo lo mejor es respetar esa opción.


Tanto si habla mucho como si habla poco hay algo que tendrás que ejercitar: la paciencia.


Abandona el deseo de convencer


¿A que resulta difícil no entrar a convencer a alguien cuando le vemos así? Razonar con alguien que está movido por el miedo o el enfado es difícil. Sin embargo lo intentamos una y otra vez. No suele funcionar, al contrario, acabas discutiendo y lo más probable es que después de la discusión tú también tengas enfado y/o preocupación.


Si la persona te dice que le indigna la actitud egoísta de otros o que cree que incluso en la calle el virus puede estar en el aire y te puedes infectar puedes empezar a darle tus argumentos en contra o simplemente puedes admitir algo muy obvio: que en este momento esa persona ve la situación justo de esa forma, que la realidad para ella es esa.


Sus puntos de vista te pueden parecer absurdos, imposibles, poco probables, irracionales… lo que tú quieras. Date cuenta que justo esa forma de ver las cosas es la que hace que se mantenga su emoción de miedo o enfado, pero si insistes en querer que cambie de opinión puede que, al contrario, la refuerce.


Esto no significa que renuncies a expresar tu punto de vista, pero si lo haces sin querer convencer hay más posibilidades de éxito.


Transmite tranquilidad y naturalidad


Lo mejor que puedes ofrecer a alguien en ese estado es que tú tengas tranquilidad.

Tu calma es como un bálsamo para el otro. Le das la oportunidad de contagiarse de ella. Es como un salvavidas al que poderse agarrar.

Esta calma también es no tener ninguna prisa y mostrarse amable (lo que no es fácil muchas veces).


El hecho de no intentar convencerle no significa que no des tu punto de vista. Claro que puedes darlo, pero no como una confrontación con el punto de vista del otro, sin importarte si el otro adopta tu forma de ver las cosas. Simplemente lo sueltas de forma tranquila y natural.


Cuando intentamos convencer suele haber tensión en nuestras palabras. Cuando decimos algo sin importarnos si el otro me hace caso o no, hay calma. Si me hace caso, bien. Si no me hace caso, ¡también!


Consejos según y como


Es habitual que demos consejos a otros, y que nos los den. “Lo que tienes que hacer es…”, “Deberías…”. El problema es que la mayor parte de las veces no nos piden este consejo o no están en disposición de aceptarlo. Míralo desde tí: ¿qué ocurre si alguien te da un consejo que no has pedido ni te hace falta?


Y si el otro me pregunta “qué puedo hacer” o me da la opción a que le diga algo, entonces le puedo dar una orientación o consejo. Pero… al igual que antes, sin desear que el otro me haga caso o haga lo que yo le digo. Es importante que conserves en todo momento la conciencia de que al final quien te pide consejo es quien decide qué hacer y qué no hacer.

Incluso aunque alguien nos haya pedido consejo puede seguir perfectamente diciendo que ve las cosas de la misma forma y da la sensación de que no quiere salir de ahí.

Ten paciencia. Aunque la persona te repita su mensaje, su forma de ver las cosas, tú también puedes hacer lo mismo: repite tu mensaje una y otra vez (¡siempre que no caigamos en la denominada “conversación de besugos”, claro!)


Buenos consejos son aquellos que indican hacer algo que sea sencillo y concreto como por ejemplo: “pon tu atención en hacer algo que te relaje mucho, -pintar, hacer puzzles, coser…- y date cuenta de lo relajado que estás haciendo eso”.


Cuidado con generar dependencia: pon límites


Cuando alguien tiene miedo y encuentra apoyo en tí no es raro que quiera repetir. Al contarte sus miedos y recibir tu ayuda encuentra algún tipo de consuelo, pero ¡cuidado!: se puede estar produciendo dependencia. Si acude mucho a tí, te dice que sin tu ayuda no puede o que “te necesita”, eso puede significar que empieza a depender de tí. Y eso no es bueno para nadie.


Tanto si comienzas a sentir agobio como si te sientes muy bien por lo que te dice (en este caso es tu “Ego”), es el momento de poner límites. La persona tiene que ser capaz de hacer cosas por sí misma y solventar las dificultades que surjan. Así va desarrollando su capacidad para afrontar el miedo. De lo contrario estarás contribuyendo a que no sea capaz ni se haga responsable de su situación.


Si después de escucharle y orientarle la persona no se ha puesto en marcha para hacer algo con su miedo (no tiene porqué ser lo que nosotros le hayamos sugerido) y sigue demandando de nosotros, lo aconsejable es decirle “no” a su petición hasta que ponga algo de su parte. Puede parecernos duro pero es fundamental que la persona aprenda a enfrentarse a su miedo y también es muy importante que nosotros no nos desgastemos.


Otras formas de poner límites son: distanciar los contactos, decir “no” a algunas de las peticiones que nos hagan, etc.


Derivar a un profesional


Si ves que la persona no tiene capacidad para afrontarlo u observas síntomas que te hacen pensar que no es algo puntual, o que está produciendo un deterioro significativo en algún aspecto de su vida (trabajo, relaciones, autonomía personal, etc.) puedes recomendarle que visite a un profesional (psicólogo o psiquiatra).


¿Qué razones hay para ello? Dos principalmente:


  • El miedo y la ansiedad si no se tratan van creciendo. Puedes vivir con ello pero te van limitando y condicionando cada vez más tu forma de vida. Si puedes evitar esto no merece la pena hacer como si no pasara nada.

  • Cuanto más tiempo tardes en tratarlo más difícil será luego librarte de ello (mucha gente piensa “¿porqué no lo traté antes?”)


Y ¿cómo puedo saber los síntomas? Aunque la persona indicada para hacer un diagnóstico es siempre un profesional (psiquiatra, psicólogo, médico), aquí tienes un listado de síntomas para ansiedad y miedo:


  • Preocupación por algún tema que genera muchos pensamientos sobre ello y estos no se pueden controlar y son persistentes.

  • Inquietud, estado de agitación; sensación de estar atrapado o con los nervios de punta.

  • Gran facilidad para fatigarse con actividades que antes no lo provocaban. Agotamiento

  • Miedo hacia algo (un objeto, una situación actual, futura o imaginada) o alguien y este miedo es desproporcionado al peligro real en el momento y circunstancias presentes.

  • Dificultad para concentrarse o para quedarse con la mente en blanco.

  • Irritabilidad, “saltar” por cualquier cosa, estar “al límite”

  • Tensión muscular (agitación e inquietud psicomotrices, cefaleas de tensión, temblores, incapacidad de relajarse).

  • Hiperactividad vegetativa (mareos, sudoración, taquicardia o taquipnea, molestias epigástricas, vértigo, sequedad de boca, etc.).

  • Problemas de sueño (dificultad para dormirse o para continuar durmiendo, sueño inquieto e insatisfactorio)


Para tratar esto mismo con un niño


Lo anterior está especialmente indicado para adultos, pero ¿qué hacer con niños? Las orientaciones son similares a las de los adultos pero con algunas salvedades.


Estas son algunas indicaciones para tratar el miedo en niños:


  • Procurar que exprese con sus palabras el temor que tiene. Si son muy pequeños no lo sabrán hacer verbalmente, pero podremos notar que están más inquietos y hacen cosas que no solían hacer con un único propósito: llamar la atención. También pueden volver a tener comportamientos que hacía tiempo habían superado (hacerse pis en la cama, chuparse el dedo, etc.)

  • Ayudarles a que noten la sensación física asociada al miedo y, mientras la sienten, acompañarles para que puedan comprobar cómo se calma.

  • Ser comprensivos con su miedo y mostrarle afecto. Transmitirle que es normal que tenga miedo pero que puede ser capaz de enfrentarse a él.

  • Animarle a que pueda afrontar gradualmente su miedo con mensajes de confianza, evitando que se sienta presionado, avergonzado o culpable. Por ejemplo, si ha desarrollado miedo a salir a la calle, podemos proponerle salir primero al portal o al rellano e ir progresivamente acercándonos conforme gana confianza.

  • La cercanía, el contacto físico de los padres es fundamental para que se sienta seguro y pueda afrontarlo. Acompañarle, ir juntos a afrontar el miedo puede ayudarles mucho.

  • Incluso aunque no sea capaz de afrontar su temor, podemos valorar el que lo haya intentado y animar a que pueda volver a intentarlo.

  • Explicarle que nosotros también tenemos miedo y decirle cómo lo experimentamos. Esto puede ayudarles a sentir que es algo natural y que no les pasa sólo a ellos.

  • Enseñarle herramientas que puede usar para manejar la ansiedad: formas de relajarse, respirar, música relajante, etc.

  • Usar el humor para aplicarlo a aquello a lo que se tiene miedo puede ser efectivo: transformamos algo temible en algo potencialmente divertido.


Y también podemos encontrar algunos comportamientos que no suelen ser apropiados para ayudarles con sus miedos:


  • El miedo es muy contagioso y podemos contagiarlo fácilmente a nuestros hijos si lo mostramos de forma exagerada en su presencia (atención, el “asco” hacia algo muchas veces esconde miedo). Por ejemplo, si hemos desarrollado miedo a que el calzado quede “contagiado” y nos ponemos muy nerviosos al ver entrar corriendo a casa a nuestro hijo (que viene de la calle sin quitarse los zapatos) y le pegamos un grito, en ese momento nuestro miedo se lo traspasamos.

  • Disimular o ignorar nuestro propio miedo y no expresarlo tampoco es buena idea porque nuestros hijos lo van a captar y aprenderán a callarlo también. Lo mejor es poder decir que tenemos miedo de la forma más calmada posible.

  • Responder a su temor con sobreprotección. Si, por ejemplo, el niño manifiesta algún síntoma y ve que recibe mucha atención y preocupación, de forma inconsciente puede caer en esa dinámica de “cuanto peor digo que me siento más caso me hacen”. Más aún si le liberamos de tareas o responsabilidades. Evitarle completamente aquello que teme es una forma de enseñarle a huir de sus temores y eso es contraproducente.

  • Burlarse del miedo del niño o minimizarlo no es buena idea tampoco porque se sentirán ignorados, rechazados o no comprendidos. Volvemos a ver que el término medio es lo más apropiado: ni sobreprotección o sobre-atención ni ignorarles sino atenderles en su justa medida y ayudarles pero dejando que hagan frente por si solos al miedo.

  • Evitar mentirle. Le podemos informar explicando las cosas a su nivel para que las pueda entender


El miedo es una emoción básica en el ser humano que lleva con nosotros como especie miles y miles de años. Gracias al miedo hemos podido y podemos sobrevivir. Seguirá estando con nosotros mucho tiempo más. Puede ser nuestro enemigo o nuestro aliado, pero eso va a depender en gran medida de cómo nos relacionemos con él.


El primer paso que puedes dar es tomar conciencia de tu miedo, sentirlo y poder mirarle frente a frente. No es algo tuyo, es colectivo, de toda la humanidad, se traslada de padres a hijos y se alimenta mucho en los medios de comunicación. Es momento de hacer algo para darse cuenta y también para poder liberarse.


Con este artículo finaliza esta serie de “miedo y coronavirus”. Gracias por vuestra atención y que podáis estar bien.


Quién escribe aquí

Casi es un milagro que haya escrito algún artículo aquí y... ¡no sé cuanto durará eso! Si alguien lo lee y quiere compartir sus impresiones lo agradeceré mucho. Y ojalá dentro de poco haya más personas que escriban en este blog. 

Contactar con nosotros
Palabras-clave (tags)
Siguenos
  • Facebook Basic Black
  • Google+ Basic Black
  • Black YouTube Icon
  • Pinterest - Black Circle
bottom of page