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Los preceptos en el zen


Charla impartida en el Zazenkai de 15 de diciembre de 2019 en Getafe. Sanga Zen del Corazón

En el zen se toma refugio en las 3 joyas: Buda, Darma y Sanga. Se practica zazen, se siguen las enseñanzas del Buda y se convive en un grupo o “sanga”.

Pero ¿y qué hay acerca de la vida cotidiana?

En la relación con otras personas y seres el budismo ha ido estableciendo una serie de “guías” que nos señalan formas de comportarse para que esas 3 joyas puedan ser vividas en todo momento y lugar.

A estas guías de comportamiento se le llaman “preceptos

Los preceptos no son obligaciones o normas que deban seguirse ciegamente sino que representan actitudes a desarrollar conscientemente en el día a día. No sólo en momentos importantes sino casi en cualquier acto cotidiano. El zen nos anima a poner conciencia en cada momento de nuestra vida y nos recuerda a través de estos preceptos los aspectos concretos donde es importante fijarse.

Aunque estos preceptos puedan recordarnos mucho a los “mandamientos cristianos” hay una serie de aspectos a tener en cuenta:

  • El “karma”. Seguir los preceptos consiste en darnos cuenta que nuestros actos tienen unos efectos sobre nosotros mismos y sobre los demás. Esto es el karma: la ley de que toda causa tiene un efecto. El qué hacemos y cómo lo hacemos sí importa. Los actos beneficiosos nos traerán consecuencias beneficiosas y los actos perjudiciales nos traerán perjuicio. Quizá no inmediatamente pero sí en otro momento. Esta ley es inexorable. Sin embargo, muchas veces actuamos dando la espalda a esta ley.

  • La “interconexión”. Para el budismo todos los seres, todas las cosas estamos interconectados formando parte de un todo. Thich Nhat Hanh lo explica diciendo que aunque tu mano izquierda y derecha parezcan distintas y separadas, en el fondo saben que no es así, que forman parte de un mismo cuerpo. Lo que nos hacemos a nosotros se lo hacemos a los demás. Lo que hacemos a los demás nos lo hacemos a nosotros. Rara vez somos capaces de percibir esta realidad porque entendemos que “yo” y los demás somos entes separados e independientes.

  • Entonces la ignorancia es el verdadero “pecado”: no poder percibir y comprender la verdad de del karma y de la interconexión. La “ética” de estos preceptos no está basada de forma rígida en los conceptos del “bien” y el “mal” (esto es bueno o esto es malo) porque en el budismo bien y mal se consideran relativos: no hay nada “bueno” per se ni nada malo per se sino sólo en relación a otras circunstancias.

Teniendo en cuenta esto podemos acercarnos ahora mejor a los preceptos.

Para el zen todos los preceptos van encaminados hacia 3 aspectos que se conocen como los “Tres preceptos puros”:

  • Evitar todo mal

  • Realizar el bien

  • Abrazar y beneficiar a todos los seres sin diferenciar

Y entonces ¿qué es hacer el bien? ¿qué es el mal? ¿cómo puedo beneficiar a todos los seres sin diferenciar?

Esto no es fácil. Para ello están los siguientes preceptos, denominados “graves”. Son estos:

  1. Reconocer que no estoy separado de todo lo que existe. Es la práctica de no matar. Quien se compromete a ello se decide a vivir en armonía con todo lo que está vivo y a no vivir una vida dañina ni animar a otros a que lo hagan.

  2. Estar satisfecho con lo que tengo. Es la práctica de no robar. Quien se compromete a ello se decide a dar con generosidad cuando alguien lo necesite. También a pedir y aceptar cuando necesite algo, no a tomar algo que no me pertenece o a acumular aquello que no necesito.

  3. Tratar a todos los seres vivientes con respeto y dignidad. Es la práctica de la conducta casta. Quien se compromete a ello se decide a dar y aceptar amor y amistad sin aferrarse a ello. También a honrar el cuerpo y a hacer buen uso de la sexualidad.

  4. Decir la verdad. Es la práctica de no mentir. Quien se compromete a ello decide hablar desde el corazón y a manifestar la verdad, a ver y comportarse de acuerdo con lo que es.

  5. Cultivar la mente que ve con claridad. Es la práctica de no engañarse. Quien se compromete a ello decide abrazar directamente todas sus experiencias, sean las que sean y a ver con claridad detrás de las ideas y suposiciones. También incluye no animar a los demás a que se engañen a sí mismos.

  6. Ver la perfección en todo lo que me ocurre. Es la práctica de no hablar de los defectos de los demás. Quien se compromete a ello decide asumir la responsabilidad de todo lo que le ocurre en su vida sin criticar o ver faltas en los demás.

  7. Ver el valor de todos los seres. Es la práctica de no ponerme por encima de los demás. Quien se compromete a ello decide actuar dando lo mejor de sí mismo en cada momento y aceptar lo que suceda sin compararse con los demás. También a no hacer distinciones

  8. Usar todos los dones e ingredientes de mi vida. Es la práctica de no ser tacaño. Quien se compromete a ello decide ser consciente de todo lo que la vida le ofrece y ser agradecido y ponerlo de nuevo al servicio de la vida. También promoviendo una mente de generosidad y abundancia tanto sí mismo como en los demás.

  9. Transformar el sufrimiento en sabiduría. Es la práctica de no enfadarse. Quien se compromete a ello decide no albergar resentimientos ni ira ni venganza y aceptar todas las experiencias negativas como parte de su práctica. También a manifestar la armonía que surge de esa sabiduría.

  10. Honrar la vida como un instrumento para la paz. Es la práctica de no pensar mal de los Tres Tesoros (Buda, Darma y Sanga). Quien se compromete a ello decide reconocerse a sí mismo y a los demás como manifestaciones de la Unidad (Buda), Diversidad (Darma) y Armonía (Sanga) y también a experimentar la intimidad de todas las cosas.

La vida no es nada sencilla; las cosas no son “blancas” o “negras” y no siempre está claro cuando hacemos lo “correcto” aunque, en el fondo, nuestro corazón sí lo sabe.

Mientras logramos alcanzar esa “sabiduría del corazón” que nos permita discriminar los actos, tenemos la ayuda de estos preceptos zen, y también la forma de entenderlos.

Como dice en la “Plegaria de la serenidad” Reinhold Niebuhr:

Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,

fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar

y sabiduría para entender la diferencia.

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Casi es un milagro que haya escrito algún artículo aquí y... ¡no sé cuanto durará eso! Si alguien lo lee y quiere compartir sus impresiones lo agradeceré mucho. Y ojalá dentro de poco haya más personas que escriban en este blog. 

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